En cualquier aula de clase de cualquier institución educativa de este país, también se pueden descubrir las extraordinarias particularidades y bellezas naturales que existen en Colombia. Compartiendo una leyenda con mis alumnos de 8°,05, nos impacta el caso del río Opia en el Tolima, donde se encuentran las ostras de agua dulce, únicas en Colombia, pero que lamentablemente están en peligro de extinción, el caso es que mis estudiantes y yo no teníamos idea de que pudiese darse este fenómeno interesante del que referenciábamos su existencia desde la naturaleza de los mares del mundo.
Sin precisar la teoría del aprendizaje implicada, dada la espontaneidad del hecho, si me parece importante hacer coincidir algunas referencias en torno al aprendizaje por descubrimiento que me parece se acerca al asunto pedagógico en el proceso aúlico. Aprendí por mi paso por la normal como formador de maestros, algunos detalles sobre J. Bruner, quien considera que los estudiantes deben aprender por medio del descubrimiento guiado que tiene lugar durante una exploración motivada por la curiosidad. Así, desde el punto de vista del aprendizaje por descubrimiento, en lugar de explicar el problema, de dar el contenido acabado, el profesor debe proporcionar el material adecuado y estimular a los estudiantes para que, mediante la observación, la comparación, el análisis de semejanzas y diferencias, entre otros., lleguen a descubrir cómo funciona algo de un modo activo.
Este material que proporciona el profesor constituye lo que J. Bruner denomina el andamiaje. Confieso no haber guiado intencionalmente el descubrimiento, pero hubo una exploración motivada por la curiosidad. Eso pienso, o es una ingenua conclusión.
El Objeto del descubrimiento y a manera de reconocimiento para la geografía y el turismo Nacional.
Este río Opia del Tolima, milagro de la naturaleza, ofrece infinidad de bañaderos y piscinas naturales, adornadas por enormes caídas de agua, que forman pozos y charcos. Darse un chapuzón, disfrutar del sol, escuchar el canto de las aves y observar la belleza de la mujer tolimense son el paquete perfecto, preferiblemente en verano. Además de balnearios como Caracolí, La Fragua, La Jabonera, Guadual, en Piedras puede disfrutar del paisaje caminando por el Bebedero, Tambor, Tamborcito, Redondo, Vallito, Guísales, Volcán, Lorenzo y Paicol, lugares que cuentan con playas y que son estupendos para la natación.
Otro atractivo son los extraños montículos gemelos llamados las tetas de Doima, las cuales se pueden observar con facilidad. Por supuesto, que, uno de los platos más apetecidos en este municipio son las ostras de agua dulce. Al molusco, arrancado de las rocas del río Opia con mucha pericia por parte de pescadores, se le atribuyen propiedades afrodisíacas, que expertas mujeres nativas preparan con ají, limón y salsa de tomate o en vino.
Un delicioso sancocho de gallina criolla, lechona, estofado de carne, ovejo y bizcochos de queso, son otros platos típicos y tradicionales que ustedes pueden saborear a orillas de este fabuloso y hermoso río.
LA LEYENDA QUE MOTIVO EL DESCUBRIMIENTO.
BULIRA
El Cacique decía a Bulira con gravedad.
– Hija, ¿cuándo conoceré al príncipe elegido para poder enseñarle nuestros secretos, las fórmulas sagradas y la cueva del tesoro? No me queda mucho de vida, hija.
– Ay, padre, no hables así que me entristeces.
– Hoja, el tiempo pasa rápido, y los que envejecemos tenemos que buscar a quién entregar el poder.
Un poco más allá de la aldea, al oeste, acampaba el príncipe Tota, con su guardia de honor, brujos y capitanes. Un poco más allá de la aldea, al este, estaba el otro pretendiente de la princesa, Opia, acompañado de su maestro y de un criado. No llevaba ni una lanza.
Tota, para seducir a la princesa, hacía desfiles militares y torneos en su honor. Opia le enviaba pájaros de siete colores. Ella era amable con ambos, pero no se decidía. Tota comenzaba a enfadarse y hacía planes de conquista. Opia hallaba hermosa la espera.
Una mañana, cuando Opia buscaba unos pescadillos en mitad del arroyo para Bulira, quien le miraba de forma cariñosa, apareció Tota y, lleno de celos, preparó su cerbatana y disparó. El dardo atravesó el cuello de Opia, quien cayó suavemente en las aguas y murió mirando a su amada con una sonrisa.
Bulira gritó de rabia, y Tota huyó asustado.
Bulira lloró sin consuelo y sin descanso sobre el río. Vertió lágrimas hasta perder sus ojos, que se convirtieron en dos grandes perlas de ostras doradas.
Y dice la leyenda que, desde entonces, el río Opia de Tolima se llenó de ostras, que son las lágrimas de Bulira, la enamorada ciega.
Fuente principal:
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