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En el día del maestro

La pedantería del docente en oposición a la sabiduría. Complejos de los colectivos de maestros

El egocentrismo de los profesores, de los equipos y de las instituciones educativas es el pan duro de cada día de la práctica educativa, desde el nivel infantil hasta el universitario. Puede condicionar de forma grave la enseñanza y la relación con los colegas, y podría entenderse como el lastre mayor del desarrollo profesional. A pesar de ello, se trata de un ámbito eludido o relegado, típico de la cultura magisterial colombiana.

De manera reflexiva, se destaca en este espacio la pedantería -que se opone a la sabiduría, virtud que se constituye a partir de saber pensado-, que califica como «ostentación de oropeles intelectuales» y como «proteica», porque adopta formas diversas y sorprendentes, y porque «aparece y despunta cuando menos se piensa y aun sin que el pedante se dé cuenta de ello. Por eso es difícil evitarla». Se puede manifestar de formas diversas, que no nos resistimos a apuntar, por su ingeniosidad y realismo:

1. Pedantería burda. Finge saber lo que no sabe en absoluto. Procede por gestos, medias palabras, frases huecas, actitudes de profundidad y meditación. Esta es pedantería de tontos. Se desenmascara con gran facilidad. En realidad, se desenmascara por sí sola. Y es, por lo general, inofensiva -salvo para los propios pedantes y para sus discípulos-.

2. Pedantería superficial. Consiste en hablar mucho de lo que se sabe mal o sólo a medias. Del ingenio y gracia personales dependerá el que este tipo de charla inconsistente resulte brillante y entretenido o por el contrario obtuso y pesado.

3. Pedantería inoportuna. La más frecuente de los dedicados a la enseñanza. Consiste en hablar de cosas que se saben, pero que no vienen a cuento y son traídas forzadamente, con el único propósito de exhibir el saber. Perjudica a la clase magistral entera porque desnaturaliza la esencia misma de la profesión docente, y cuando en una situación privada se ejecuta -comportándose como docente y convirtiendo al interlocutor en discente o alumno, quebranta la naturalidad y la sencillez de la comunicación, ya no se está ante un amigo, sino ante un profesor que perora, la frialdad, la pura objetividad de las relaciones públicas, y el trato se hace insoportable. El perorante pedante hace desaparecer al amigo, para dar lugar al profesor. Esta sustitución es la causa de que en general este tipo de pedantería se atribuya, no sin razón, a la especie toda de los docentes.

4. Pedantería pedagógica. Realmente es una variante de la pedantería inoportuna. Consiste en la manía de explicar aún lo más sencillo, mezclando de continuo la ciencia en la vida. Tiene parecidos efectos que la anterior porque convierte al interlocutor en alumno.

5. Pedagogía incontinente. Es la que comete el docente cuando «se pasa», por decirlo así, en la enseñanza y da a sus discípulos más de lo que conviene al grado o materia de su cargo. El docente debe enseñar lo que tiene que enseñar. Salirse de estos límites es pedantería por exceso. Esta pedantería es, sin duda, profesionalmente indisculpable y puede acarrear graves consecuencias. Pero casi ya no es pedantería; porque ese exceso va generalmente movido no por el afán de ostentar o de fingir sabiduría, sino por un movimiento espontáneo hacia arriba, movimiento digno de alabanza, pero que debe ser severamente reprimido. El maestro tiene que contenerse, limitarse y, en cierto modo, negarse a sí mismo, abnegarse.

Fuente principal:

Agustín de la Herrán Gascón.  Isabel González Sánchez. EL EGO DOCENTE, PUNTO CIEGO DE LA TAREA PROFESIONAL DEL MAESTRO. Universidad Autónoma de Madrid, enero de 2004

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