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Memorias de la peste, un breve recorrido por la historia de las Pandemias.

«Hay que recuperar, mantener y transmitir la memoria histórica, porque se empieza por el olvido y se termina en la indiferencia»                                                                                                                                                                                          José Saramago (2005

En estos tiempos en que el mundo se ve azotado por una pandemia, con resultados hasta ahora dramáticos, las ciencias sociales y las distintas formas de expresión artística, no pueden quedarse ajenas a un acontecimiento de este tamaño. De hecho, la peste, (entendida como una enfermedad infecciosa, contagiosa y epidémica, que causa gran mortandad entre seres humanos y animales) siempre ha estado presente en la narración histórica y literaria desde la antigüedad.

Por ser un acontecimiento catastrófico que afecta a todos, y, sin elecciones, se ensaña con pobres o ricos, adultos o niños; las pestes han estado en la pupila de escritores, historiadores, periodistas, poetas, artistas, entre otros; buscando retratar las penurias de una época, y dejando huella imborrable en la memoria histórica. En este sentido, pretendo hacer memoria; en un breve recorrido por la historia, de algunas epidemias que han dejado una estela de muerte y desolación desde tiempos inmemorables, buscando siempre (en palabras de Edward Carr), ‘’un diálogo sin fin entre el presente y el pasado”. Por lo tanto, ‘’el pasado se vuelve memoria cuando podemos actuar sobre él en perspectiva de futuro’’[1].

Para empezar entonces, habría que decir que son múltiples las pestes que han asolado a la humanidad. Desde la peste negra del siglo XIV, la gripe española del siglo XX, hasta las epidemias del SARS y del Covid- 19 del siglo XXI. Y así mismo; la viruela, el escorbuto, el cólera, la sífilis, el sida, entre otras enfermedades han flagelado a seres humanos en cualquier rincón de nuestro planeta.

La peste negra o peste bubónica, por ejemplo, fue una epidemia que devastó sociedades enteras, ya que causó millones de muertes durante el siglo XIV. Sobre el origen de esta enfermedad contagiosa “circulaban en la Edad Media explicaciones muy diversas. Algunas, heredadas de la medicina clásica griega, atribuían el mal a los miasmas, es decir, a la corrupción del aire provocada por la emanación de materia orgánica en descomposición, la cual se transmitía al cuerpo humano a través de la respiración o por contacto con la piel. Hubo quienes imaginaron que la peste podía tener un origen astrológico –ya fuese la conjunción de determinados planetas, los eclipses o bien el paso de cometas– o bien geológico, como producto de erupciones volcánicas y movimientos sísmicos que liberaban gases y efluvios tóxicos. Todos estos hechos se consideraban fenómenos sobrenaturales achacables a la cólera divina por los pecados de la humanidad”[2].

Los médicos para protegerse de los vapores que se creían propagaban la enfermedad, utilizaban un particular disfraz que llevaba una máscara picuda. ‘’Para evitar estos «miasmas», los facultativos de la época llenaban estas máscaras con triaca, una elaboración de más de 55 hierbas, polvo de víbora, canela, mirra y miel.(…) la forma picuda de la máscara daría al aire el tiempo suficiente para impregnarse de esta solución protectora antes de llegar a las fosas nasales del médico, que así no respiraría aire contaminado’’[3].

De esta manera, empezaron a documentarse (sin muchos fundamentos científicos) las primeras epidemias en la historia de la humanidad, luego, siglos más tarde quedaría claro que la peste negra del siglo XIV se propagó a través de las ratas, que durante la Edad Media convivían en las grandes ciudades, (sobre todo  por la falta de higiene)  con las personas, en las casas, mercados, graneros, molinos, castillos, caminos e “incluso se desplazaban en los mismos transportes -barcos, por ejemplo- hacia ciudades lejanas”[4]. Estos roedores portaban consigo pulgas, que también picaban al hombre y le inoculaban el bacilo de la peste bubónica.

Otras epidemias importantes para mencionar en la historia, son el conjunto de enfermedades que los españoles trajeron al continente americano durante el periodo de conquista y colonización. Después de la llegada de Colón al Nuevo Mundo se produjo una catástrofe demográfica indígena. La gran “aliada’’ de la conquista europea fueron las epidemias, las enfermedades infecciosas traídas por los conquistadores españoles que ayudaron a diezmar la población indígena y, por lo tanto, permitieron que el sometimiento español tuviera éxito. “Las investigaciones más recientes responsabilizan por encima de los actos de Colón al contagio involuntario. Así mismo, tal y como explican el propio Guerra junto a María del Carmen Sánchez Téllez en Pestes y remedios en la conquista de América, la gripe hizo que se abandonaran los cultivos, se dispersaran comunidades nativas y hubiera un hambre generalizado”[5].

Todas eran enfermedades con las que los indígenas nunca habían tenido contacto y, por este motivo, no habían tenido posibilidad de desarrollar inmunidad contra ellas. Además, en aquella época en América no existían medicinas indígenas o españolas que ayudaran a controlar la propagación. «Ni el vinagre o los sahumerios podían impedir el contagio en las pestilencias, ni los purgantes o las sangrías curar la gripe, la viruela, el tifus, el sarampión o la fiebre amarilla, que fueron los grandes asesinos de españoles e indios», explican los investigadores.

De las pestes que azotaron a la población nativa americana se resalta particularmente a la viruela, por ser “(…) una enfermedad grave y extremadamente contagiosa que diezmó la población mundial desde su aparición, llegando a tener tasas de mortalidad de hasta el 30%. Se expandió masivamente en el nuevo mundo cuando los conquistadores empezaron a cruzar el océano afectando de manera terrible una población (…) y en Europa tuvo un periodo de expansión dramático durante el siglo XVIII, infectando y desfigurando a millones de personas’’[6]

Acercándonos más al presente cabe hablar de la gripe española de 1918, una de las epidemias más mortíferas de toda la humanidad que se cree mató aproximadamente cien millones de personas. Aunque su aparición se asocia con este país, el foco inicial de propagación se sigue debatiendo entre los expertos. ‘’En marzo de 1918, durante los últimos meses de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), se registró el primer caso de gripe española, paradójicamente, en un hospital de Estados Unidos. Fue bautizada así porque España se mantuvo neutral en la Gran Guerra y la información sobre la pandemia circulaba con libertad, a diferencia de los demás países implicados en la contienda que trataban de ocultar los datos. Esta virulenta cepa del virus de la gripe se extendió por todo el mundo casi al tiempo que las tropas se repartían por los frentes europeos. Los sistemas de salud se vieron desbordados y las funerarias no daban abasto. Estudios recientes han revelado datos más precisos. Se estima que la tasa global de mortalidad fue de entre el 10 y el 20 por ciento de los infectados, llegando a morir, en todo el mundo, entre 20 o 50 millones de personas. Hay quien incluso se atreve a decir que pudieron ser 100 millones’’[7].

La primera guerra mundial fue determinante en la propagación de la epidemia, ya que los ejércitos se movieron por gran parte del mundo gracias a medios de transporte como ferrocarriles y barcos de vapor, además, las potencias enfrentadas tenían colonias prácticamente por todo el mundo, lo que aceleraba la expansión de la gripe.  En los diarios y periódicos de la época quedaron registradas noticias sobre la propagación de la epidemia.  Así se puede apreciar en el diario ‘’El Demócrata’’, de México, el sábado 12 de octubre de 1918. Esta gripe dio otra lección más al mundo: lo impredecibles y peligrosas que pueden ser para la humanidad las epidemias que no son detectadas, y tratadas rápidamente. Se observó, por ejemplo, que la precaria higiene de pueblos y ciudades, el hacinamiento de las viviendas, la falta de aislamiento, y la mala alimentación, influyen notoriamente en la propagación de un virus y sin duda, el resultado es un elevado índice de morbilidad.

Esta pandemia también les demostró a los colombianos que vivieron en los albores del siglo XX, lo rápido que puede propagarse la gripe y lo dañina que puede ser para una sociedad desde todo punto de vista, pues en los departamentos más poblados de Colombia “la gripa generó caos, como hoy. Y eso que eran muchos menos. Muchos matrimonios se aplazaron. Las oficinas públicas, los colegios, la universidad, las chicherías, los teatros y las iglesias estaban vacías; los servicios urbanos colapsaron; la Policía, el tranvía, el tren y los correos se paralizaron, porque la mayoría de policías, operarios, curas, alumnos, profesores y empleados enfermaron: se suspendieron todos los espectáculos públicos, y las calles de la ciudad, especialmente en la noche, estaban casi desiertas, escribió en aquella época el médico Jorge Laverde’”[8].

Esta fue una gran gripe que hizo colapsar las estructuras económicas, políticas y sociales de la segunda década del siglo XX, de muchos países, incluyendo a Colombia. Por ende, los colombianos, (como dijo Pablo correa en el diario el espectador) ‘’hace un siglo estábamos en las mismas”.

Siguiendo una cronología de las pestes, (aunque aclaro se han omitido algunas) este nuevo siglo ha traído nuevas pandemias como el SARS-COV y el SARS-COV 2 o COVID-19. Esta primera, “(…) desde noviembre de 2002 hasta finales de junio de 2003 produjo 8.422 casos y 916 defunciones, en 29 países de los cinco continentes, y por ello fue denominada la primera pandemia del siglo XXI. Se originó en la región de Guangdong, al sur de la China, y su diseminación epidémica que fue especialmente dramática en algunas zonas ocasionó gran preocupación y alarma mundial (…)’’[9].

Sin embargo, los estragos causados por el SARS (síndrome respiratorio agudo severo) son ínfimos en comparación con los datos hasta ahora reportados en la actual epidemia de COVID-19. Según el ministerio de salud de Colombia la situación a nivel mundial hasta el día 4 de abril del 2020 se encuentra así:

Casos confirmados en Colombia: 1406          Muertes: 32         Recuperados: 85        

Resto del mundo:  1.082.054                 Muertes: 58.142             Recuperados:  237.436          

Por lo anterior, expertos epidemiólogos coinciden que se produciría consecuencias catastróficas en la población y en el sistema de salud, sino se siguen las medidas adoptadas por los gobiernos.

En síntesis, este rápido y breve repaso por la historia de las pestes permite establecer comparaciones, señalar semejanzas y diferencias que marcan las distintas epidemias que ha padecido el mundo.  Y así mismo, permite dejar conclusiones claras de la aparición y propagación de las pandemias en distintas épocas de la historia. En la edad media, por ejemplo, había terribles condiciones insalubres, se convivía con excrementos y fluidos de animales y humanos, que eran arrojados en los caminos debido a que no existían acueductos ni alcantarillados; las personas no tenían hábitos saludables, se aseaban muy poco. Los mercados y las casas estaban plagados de ratas, y en picos altos de la peste, los cadáveres aparecerían por montones, los cementerios no daban abasto, por lo tanto, muchos muertos quedaron pudriéndose a la deriva, (como está pasando actualmente en Guayaquil, Ecuador) generando así, un caldo de cultivo ideal para la propagación de enfermedades como la peste negra o peste bubónica.

Después de la edad media, en la época de conquista y colonización de América, este continente sufrió el flagelo de las epidemias importadas desde Europa. En ese “desencuentro’’ con los europeos, los indígenas salieron mal librados, y su población comenzó a descender rápidamente hasta el punto que en algunos lugares de América la población nativa quedó prácticamente diezmada, debido a que su sistema inmunológico no estaba preparado para hacerle frente a enfermedades nuevas como la viruela y el sarampión. La gripe española del siglo XX, también tuvo sus propias características, algunos hablan de cifras de hasta cien millones de muertos, y es que los gobiernos de la época ocultaron muchas veces los datos reales de contagiados y fallecidos para no mostrar signos de debilidad durante la ‘’gran guerra”. Lo que condujo a que el control sobre la enfermedad tuviera menos éxito.

En este siglo XXI, aparecieron otras pestes, como el SARS del 2003, si bien todavía no se ha confirmado el origen de la enfermedad, muchos creen que el SARS-COV hizo su primera aparición en animales y luego se propagó a los seres humanos. Esta epidemia no dejó tantas pérdidas humanas en comparación con el SARS-COV 2 o COVID -19, que hasta el momento deja en el mundo más de un millón de contagiados y más de 50.000 mil muertes, además, los pronósticos no son alentadores, se calcula que puedan ser millones los contagiados y cientos de miles los decesos. Sin duda alguna, las pestes no se pueden medir solamente en términos de muertos, también traen consigo efectos catastróficos sobre la economía. En la edad media, por ejemplo, la recolección de impuestos se frenó, y las actividades comerciales y agrícolas se estancaron debido a la devastación de grandes asentamientos.

En el presente también vemos que disminuyen las rentas del Estado Colombiano debido a los bajos precios del petróleo, al congelamiento del recaudo de todo tipo de impuestos. De igual forma, se han paralizado algunas actividades industriales y comerciales; el turismo, las aerolíneas y la banca, han recibido un duro golpe. Miles de familias no logran conseguir su sustento por que dependen de la informalidad, del día a día en las calles y el aislamiento obligatorio no les permite obtener lo necesario para poder subsistir, y así mismo; podríamos seguir mencionando muchas más situaciones, que se agudizan conforme se extiende la pandemia generando cambios abruptos en las poblaciones.

Es vital aprender de la aparición de estas epidemias. Tomar decisiones concretas y rápidas, para intervenir tempranamente y poder restringir los brotes lo antes posible cuando aparezcan. Ya que tenemos la mala costumbre, como dice Paolo Giordano, ‘’hasta que no chocamos con las cosas no las aceptamos como verdad”. En este sentido, el Gobierno chino ha prohibido el comercio con animales salvajes pensando que este sea el origen de las epidemias del siglo XXI. Estas son las lecciones que debemos aprender de la aparición de estas pandemias, entender por qué han sucedido y cuáles serán el conjunto de medidas de control aplicadas para responder mejor en el futuro a ellas. La historia nos ha mostrado, sin lugar a dudas que estas pestes se repiten.

Por lo tanto, para no terminar dándole credibilidad a la frase de Camille Sée: “Dicen que la historia se repite, lo cierto es que sus lecciones no se aprovechan”; no podemos caer en “el olvido’’ y ‘’la indiferencia’’, debemos conservar y mantener presente las memorias de la peste.

Por: Sergio Restrepo león

Referencias:

  1. Gonzalo Sánchez, guerras, memoria e historia. Bogotá: Instituto colombiano de antropología e historia. agosto de 2003, pág. 25
  2. Antoni Virgili, 25 de marzo de 2020. En https://historia.nationalgeographic.com
  3. Guiomar Huguet Pané, 25 de marzo de 2020. En https://historia.nationalgeographic.com
  4. Antoni Virgili, 25 de marzo de 2020. En https://historia.nationalgeographic.com
  5. https://www.elespanol.com/cultura/historia/20200319
  6. Guiomar Huguet Pané, 25 de marzo de 2020. En https://historia.nationalgeographic.com
  7. Guiomar Huguet Pané, 25 de marzo de 2020. En https://historia.nationalgeographic.com
  8. Correa, Pablo. Hace un siglo estábamos en las mismas: memorias de 1918. El espectador, 19 de marzo de 2020.
  9. J. Vaqué Rafarta. https://www.analesdepediatria.org/. Vol. 62. Núm. S1. Páginas 6-11 (Mayo 2005)

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