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Hablemos sobre la

Los intentos del estado por dar por terminado un conflicto interno con el grupo armado más beligerante y de una considerable capacidad militar-anótese las FARC-, nos llaman a  la esperanza y el optimismo. La sufrida sociedad colombiana ha padecido tanto que la finalización de los procesos de paz de forma exitosa, nos brindaría un alivio en medio de las incertidumbres y zozobra de reiteradas manifestaciones de violencia que desafortunadamente abundan en nuestra sociedad. Casi nos hemos habituado a esa sensación de inseguridad, en la que las malas noticias, en especial las violentas, son comunes.

 Desde todos los sectores y lugares a veces es difícil mantener la coherencia y lucidez. Incluso desde las aulas, cuando se contraponen los propósitos de una sociedad democrática y con íntimos deseos de bienestar ante el atropello reiterado de los Derechos Humanos.  Desde los mismos representantes del Estado, se han generado situaciones aterradoras, en las que las mismas personas que deberían proteger a la población, son los principales causantes del atropello de los Derechos Humanos. Las naciones democráticas contemporáneas han fundamentado la dignidad e integridad de los integrantes de la sociedad en los Derechos Humanos. Desde luego son un referente importante y un código moral que pretende ser de carácter universal. Incluso una de sus principales impulsores es el sentido común que poseemos todos los seres humanos. Los podemos usar para medir niveles de desarrollo o “niveles de paz”. Pero…pero.

A uno le da la impresión de que los Derechos Humanos a veces o en muchas ocasiones se quedan cortos. Un ejemplo de ello es Colombia. Es un tema muy espinoso, que se presta para largos debates e indagaciones. Solo quiero poner de presente un interrogante, ¿Que falta en cuanto a los Derechos Humanos,  además de reconocerlos así sea teóricamente en nuestra sociedad colombiana? Me dirán que claro, falta reconocerlos más en la práctica. No obstante siento que hasta desde la misma percepción y asimilación de los Derechos Humanos y su relación con la paz hay inconsistencias. También desde la conceptualización misma de la Paz.

 La cantidad de vacíos que se presentan en el cumplimiento de los Derechos Humanos en este país son demasiado numerosos y estamos cansados de escucharlos. Seria tedioso hacer un listado. Los efectos del conflicto interno, llámese guerra interna, que la sociedad colombiana ha experimentado, han afectado los Derechos Humanos para llegar a extremos que hasta causan vergüenza. ¿Qué hay antes de los Derechos Humanos?; la valoración de las personas, incluso se podría hablar del sentido de la dignidad y del honor,(¿Seré cursi al hablar de dignidad y honor?). De otro lado está la verdad, el reconocimiento de la realidad que vivimos que está en relación con la valoración de las personas.

Desde diferentes sectores hay acompañamiento, voces reconfortantes para los esfuerzos del país en la búsqueda de la paz. Desde sectores como las asociaciones de víctimas, la Iglesia, los sectores político y empresarial. Pero es lamentable darse cuenta como en ciertas ocasiones se le da la espalda a las realidades del país. Las personas más capacitadas intelectualmente están en la obligación  de esclarecer y a clarificar las situaciones más apremiantes de  nuestra sociedad, en éste caso la búsqueda de la paz. Se cae con cierta regularidad en un optimismo inconsistente o en posiciones que polarizan al país y que obstaculizan los esfuerzos que se hacen para alcanzar la paz. Mientras tanto la masa de la población está expectante en medio de la incertidumbre de los acontecimientos que afectan la búsqueda de la paz. Entre estos acontecimientos “las embarradas inexplicables de las FARC”.

Yo soy de los colombianos que le daría la bienvenida a la culminación de los acuerdos con las FARC. Pienso que sería un impulso considerable para la paz. Pero no puedo considerar que este acuerdo sea la paz para el país. Primero, la definición de paz es demasiado amplia, se puede asumir desde múltiples puntos de vista. Segundo la situación del país es demasiado compleja. En la actualidad además de las FARC, existen otros grupos armados, que aunque no son tan grandes como las FARC, son peligrosos y se muestran especialmente activos en determinadas regiones y ciudades.

Consideremos lo que sería la paz que se le ésta ofreciendo al país haciendo un contraste: Medellín. Aunque la seguridad ha mejorado en algunos sectores del Área Metropolitana, otros sectores aún sufren  de inseguridad que se manifiesta en situaciones tan graves como las extorciones o vacunas, desplazamiento intraurbano, fronteras invisibles. Los índices de homicidios y desaparecidos aún es inquietante. De otro lado está la crisis de la juventud y el narcotráfico. La lista podría seguir. Supongamos que las guerrillas de las FARC  se desmovilizan, ¿Podríamos afirmar que la ciudad de Medellín ya estaría en “paz”?.

Como estamos apoyándonos en los Derechos Humanos para identificar los “niveles de paz”, también  podríamos además del derecho a la seguridad hacer objeciones, partiendo, del derecho a la salud, al trabajo, a la vivienda.

Quisiera tomar un fragmento de un artículo del periódico EL ESPECTADOR, del 14 de febrero de éste año: “Los Recursos de la Paz”, por; William Ospina (páginas 2, 3, 4, 5). “Lo cierto es que el país necesita mucho más de lo que se pueda acordar en la Habana y uno se extraña de que cambios que se requerían desde hace décadas para hacer de Colombia un país moderno y funcional, sólo sean aceptados por la dirigencia, como la manera de apagar un conflicto costosísimo en vidas y recursos”….” La paz no puede ser diseñada por guerreros ni por funcionarios. Tiene que ser una apasionada construcción de la comunidad, que es la que sabe que significaron estos 50,, estos 80 años de violencia, de desconfianza , de incertidumbre, de soledad, de marginalidad, de desesperanza, de sangre, de orfandad, de desmemoria, de arbitrariedad, de corrupción, de zozobra, de pérdida de dignidad, orgullo y futuro”.

Si buscamos la paz, el país debe asumir una actitud de sensatez y de dignidad, no desconociendo las realidades que nos golpean. Porque el ambiente de inseguridad que ha vivido y vive el país nos afecta a todos a unos menos a otros muchísimo más. Hasta la misma memoria o identificación histórica del conflicto se ha distorsionado. Quiero tomar como una evidencia de esto “El Plan Colombia”. Con tanto escándalo que hacen con esto a nivel nacional e internacional, da la impresión de que El Plan Colombia sostiene a las fuerzas militares. Resulta que el Plan Colombia solo es un 8% del presupuesto de defensa para el país, tal vez menos. Se podría decir que las ayudas de este plan  son “unas chichiguas”, como lo afirma el periodista Antonio Caballero(estoy de acuerdo), uno de los más respetados columnistas del país. Pero por estas chichiguas, ahora pueden dar a entender que los avances en el combate a las FARC no son por méritos de las fuerzas militares de Colombia, ni de los colombianos, son mérito de los Estados Unidos.

Es claro que miembros de las fuerzas militares han faltado a sus deberes, han caído en el deshonor,  incluso han llegado a cometer los  tristemente famosos falsos positivos. Pero no se puede desconocer que es un ejército que ha contenido una insurgencia durante más de 50 años, que sus tropas hacen y han hecho sacrificios enormes, que miles de sus hombres han sido muertos, heridos o mutilados por las minas. Además son la única facción del conflicto interno que tiene o debe tener en cuenta los Derechos Humanos. Somos los colombianos los que hemos soportado la inseguridad y las guerras de las últimas décadas. Así sea soportando el miedo y la zozobra. Son colombianos los que desde diferentes sectores han hecho grandes esfuerzos, han aportado la mayor parte de los recursos económicos o han tenido que sacrificar su vida en medio de la inseguridad y la guerra interna que vivimos.

De otro lado no es nada extraordinario que los Estados Unidos ayuden a nuestro país en la lucha contra las guerrillas. Los Estados Unidos están en el deber histórico de ayudar en este sentido a Colombia,  porque narcotráfico y guerrilla ya están en estrecha relación  y el 50 % del consumo mundial de drogas se encuentra en los Estados Unidos. Pero no sé si un aporte económico en la guerra de un 8%  corresponda a éste deber histórico.

Bienvenidos  los acuerdos con las FARC. El fin de un conflicto interno que puede ser un gran impulso para avanzar en la paz de nuestro país. Pero la finalización de éste conflicto no puede ser un carnaval. Muchos colombianos esperamos que el país aproveche esta oportunidad y que el país asuma con dignidad y sensatez las ventajas que le ofrece la finalización de un largo, costoso y doloroso conflicto interno.

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